Dada la transición de la educación a modalidad virtual, en los últimos meses el Ministerio de Educación ha hecho notorios esfuerzos por capacitar a maestros en el uso de tecnologías y plataformas digitales. Si bien este ha sido un importante paso para ayudarles a continuar con su labor educativa de enseñar, me pregunto de qué forma estas capacitaciones han impactado las prácticas pedagógicas de aquellos cuyas clases consistían en largos dictados y numerosas transcripciones del libro al cuaderno, o de aquellos cuyos estudiantes se limitaban a escuchar, sin oportunidades de participar ni expresar sus ideas.
En el afán de desarrollar las habilidades tecnológicas de los maestros para poder dar clases, parece que hemos olvidado que esta transición no solo implica cambiar el medio donde el aprendizaje se lleva a cabo, sino también, una transformación de las prácticas docentes en el aula.
Muchas de las actividades que docentes típicamente realizan en el salón de clase, como las mencionadas en el párrafo anterior, no pueden ser hechas en el contexto virtual, ya que los resultados en términos de aprendizaje y motivación serían catastróficos. Siguiendo las líneas de Stickler y otros (2020), además de contar con habilidades tecnológicas, los docentes deben tener habilidades pedagógicas, por medio de las cuales puedan construir un sentido de comunidad en el aula virtual y adopten rutinas adecuadas que faciliten la comunicación.
Aunque los autores se concentran en la enseñanza de idiomas, este es un marco que puede ser extrapolado a otras materias, ya que indudablemente el conocimiento de la tecnología y de prácticas pedagógicas adecuadas tienen mayores posibilidades de generar mejores aprendizajes en los estudiantes.
Recientemente, el Ministerio de Educación realizó un concurso en el que premió a las mejores prácticas educativas en el contexto de la enseñanza en línea. La realización de este ha sido una excelente iniciativa para promover la creatividad en el uso de las tecnologías; sin embargo, aún no queda claro en qué medida estas prácticas promueven aprendizajes significativos. Responder a esta pregunta requiere de datos que evidencien la efectividad de las prácticas con respecto al desempeño estudiantil.
Lamentablemente, como Pritchett (2013) señala, la mayoría de sistemas educativos de la región latinoamericana carecen de prácticas educativas basadas en evidencia y como resultado, camuflamos las deficiencias con intentos de innovación, los cuales asumimos que automáticamente conllevan a mejores resultados. Esto no quiere decir que compartir buenas prácticas debe descartado. Lo que sí quiere decir es que debe ser reforzado, comprobando su efectividad en el aprendizaje de los estudiantes por medio de examinaciones u otras formas de medición de resultados.
A manera de conclusión, es importante recordar que el objetivo de la educación va más allá de garantizar acceso a una clase y completar la educación básica, debe apuntar a desarrollar las habilidades del siglo XXI y generar conocimientos que serán de utilidad a nuestros estudiantes en el futuro.
A pesar de ello, en el contexto de la educación en línea, al enfocarnos únicamente en desarrollar las habilidades tecnológicas de los docentes, prestando poca atención a los principios pedagógicos de las clases virtuales, diseño de cursos virtuales, metodologías basadas en proyectos colaborativos, y creación de aula invertida, entre otros, solo estamos repitiendo un ciclo en el que la educación equivale a completar un grado académico.
Referencias: Stickler, U. y otros (2020). A Developmental Framework for Online Language Teaching Skills. Australian Journal of Applied Linguistics, 3(1), 133-151.
Pritchett, L. (2013). The Rebirth of Education: Schooling Ain’t Learning. Washington, D. C.: Center for Global Development.