En este momento en el que nuestro país parece perder rumbo entre protestas, disputas y descontento social, el rol del docente es vital para ordenar los eventos y aclarar posturas, para que nuestros estudiantes puedan crear su propia voz, fuera de la desinformación y creencias sin fundamento. Sin embargo, esto requiere la discusión de temas controversiales en el salón de clase, lo cual puede ser una de las actividades que muchos docentes evitan. Y no es para menos. Hablar, por ejemplo, sobre religión y política con dos adultos de diferentes ideologías puede terminar generando conflictos que acaben en enemistad. Esto causa el temor que una discusión de este tipo se salga de las manos en un aula cuyos miembros son diversos en todos los sentidos. Además, estas conversaciones son evitadas por las probables quejas de encargados y administraciones educativas debido a posibles malas interpretaciones en las que una discusión se confunda con la imposición de ideas. Pese a lo anterior, las aulas siguen siendo los lugares que más urgen del debate de estos temas, ya que es ahí donde formamos a los ciudadanos que, actualmente, pertenecen a una era que precisa de pensamiento crítico y aplicación de valores. Por lo tanto, como docentes de un país cuya democracia parece desvanecerse, nuestro rol se vuelve central en la educación para la ciudadanía y en valores a través de temas sensitivos como el estado actual de la política y la democracia salvadoreña.
Por medio de la discusión de temas nacionales latentes y de controversia, los estudiantes aprenden, con la guía del docente, los principios del debate y cuestionan sus propias creencias a la vez que defienden sus argumentos basándose en información de fuentes verídicas. Este podría ser un buen remedio para evitar el sesgo de confirmación y la intolerancia a la cual se exponen en sus redes sociales. De la misma forma, discutir temas de realidad nacional, por muy conflictivos que parezcan, forja el camino hacia uno de los pilares de la educación: aprender a convivir con otros, lo cual requiere preparación de parte del docente para modelar el lenguaje, el diálogo y la conducta cuando nos encontramos con ideas que discrepan de las nuestras. Por último, traer noticias y controversias nacionales al salón es, sin duda, un medio para conectar la realidad con la educación, haciendo a los estudiantes crear una voz y postura como ciudadanos participativos del país.
Como profesores tenemos un rol cívico que atender independientemente de la materia que impartamos, por lo que esta tarea no debe limitarse únicamente a los docentes de Estudios Sociales. Si bien existen muchos maestros que desde sus aulas han empezado esta concientización, hay muchos otros que aún no toman este paso debido a que se enfrentan a los retos arriba expuestos. El apoyo, la preparación y la apertura tanto del docente como de las escuelas es menester para crear ambientes sanos donde las ideas puedan ser debatidas en el marco del respeto y la armonía. Lograr esto nos permitirá cumplir uno de los fines educativos más importantes y que responde a la gran pregunta: ¿para qué enseñamos? Para formar ciudadanos críticos y participativos tanto en el ámbito económico como social de nuestro país.